Esta es la historia de un cavernícola que habitaba en el valle de Lorión, cerca de las montañas. Vivía solo y despreocupado pensando únicamente en cazar, comer y dormir.
Su cueva era un montón de piedras rocosas y huesos de los animales que cazaba y comía. También tenía colgadas, por todos lados, las pieles de esos animales que utilizaba para vestirse y taparse por las noches.
Un día salió de caza porque tenía hambre y se encontró con un gran objeto extraño. Con gran temor, por no decir pánico, se acercó con su lanza preparada y empezó a olfatearlo. No se parecía a ningún olor conocido; lo tocó y su tacto era suave. Brillaba al sol. Era rectangular, del color de la tierra. En la parte de arriba era transparente y podía verse el interior. Había dos piedras delante de tamaño pequeño y una enorme detrás, todas forradas de piel. Ante una de las pequeñas, había otra plana y redonda, más pequeña que las cuatro exteriores que aguantaban el extraño objeto. En su parte exterior delantera había dos grandes ojos que brillaban y en la parte exterior trasera otros dos más pequeños.
Una vez examinado el objeto, se introdujo en el interior y soñó que se trasladaba a otro sitio sin ningún esfuerzo. Cuando acabó su “viaje”, decidió darle un nombre. Lo llamó: COCHE.
28.12.07
27.12.07
Poema
Sólo sé que me has cortado
las alas de la infancia
para hacerme volar
aún más alto
sobre jardines prohibidos
de eterna primavera.
Al asomarme al mar
atrayéndome
con su infinito color
en su inmensa profundidad
todos los colores
se vuelven uno: tú.
las alas de la infancia
para hacerme volar
aún más alto
sobre jardines prohibidos
de eterna primavera.
Al asomarme al mar
atrayéndome
con su infinito color
en su inmensa profundidad
todos los colores
se vuelven uno: tú.
A mi madre
Este poema lo escribí hace 5 años y medio. Se lo dediqué a mi madre que unos días antes había fallecido en mis brazos. Quise hacerle un homenaje y lo mejor que podía hacer era escribir, porque es lo mejor que sé hacer.
Una luz se ha apagado,
la que una vez me dio la vida.
He podido escribir cosas
para otros que se extinguieron
pero ahora, no puedo
expresar lo que siento.
Me faltan las palabras.
Ha sido tan grande el vacío
que ha dejado,
que llenarse de nuevo
nunca se podrá.
Ni otra persona,
ni el amor de los vivos,
es suficiente para ocupar
el lugar que ha dejado
la muerte de mi MADRE.
Nunca viví la muerte
de tan cerca.
Nunca la tuve
en mis brazos.
Nunca la besé,
ni la sentí tan dentro.
Algo murió aquella noche
en mi alma
que ni tan siquiera
el llanto ha aliviado.
Muchos amores
he vivido y he amado,
pero hasta ahora
no me había dado cuenta
de lo mucho que la he querido,
y de las pocas veces
que se lo he demostrado.
Mami, bendita seas.
TE QUIERO.
Una luz se ha apagado,

la que una vez me dio la vida.
He podido escribir cosas
para otros que se extinguieron
pero ahora, no puedo
expresar lo que siento.
Me faltan las palabras.
Ha sido tan grande el vacío
que ha dejado,
que llenarse de nuevo
nunca se podrá.
Ni otra persona,
ni el amor de los vivos,
es suficiente para ocupar
el lugar que ha dejado
la muerte de mi MADRE.
Nunca viví la muerte
de tan cerca.
Nunca la tuve
en mis brazos.
Nunca la besé,
ni la sentí tan dentro.
Algo murió aquella noche
en mi alma
que ni tan siquiera
el llanto ha aliviado.
Muchos amores
he vivido y he amado,
pero hasta ahora
no me había dado cuenta
de lo mucho que la he querido,
y de las pocas veces
que se lo he demostrado.
Mami, bendita seas.
TE QUIERO.
14 de junio 2002.
24.12.07
La estación II
Era un día especial. Sí, especialmente especial. Porque la niña que soñaba con el tren, por fin iba a subir a uno.
Años y años mirando por la ventana de su habitación como otros subían a los trenes que se paraban en la estación. Años y años con la mirada perdida soñando con subirse al tren.
Salir. Huir. Escapar. Liberarse.
Mirar por la ventana era su forma de liberarse, porque no se podía mover, no podía salir. Mirar le permitía soñar con una vida que no tenía ni podía tener.
Pero el día llegó. Libre por fin, pudo subirse al tren. Al tren del otro lado. A ese que nunca regresa. Se subiría y se iría para siempre.
Años y años mirando por la ventana de su habitación como otros subían a los trenes que se paraban en la estación. Años y años con la mirada perdida soñando con subirse al tren.
Salir. Huir. Escapar. Liberarse.
Mirar por la ventana era su forma de liberarse, porque no se podía mover, no podía salir. Mirar le permitía soñar con una vida que no tenía ni podía tener.
Pero el día llegó. Libre por fin, pudo subirse al tren. Al tren del otro lado. A ese que nunca regresa. Se subiría y se iría para siempre.
Contestó... y se fue.
Contestó rápido a la pregunta que le hizo el padre cuando apareció ante ella. No quiso que esperara mucho tiempo su respuesta. El "sí" sonó tan fuerte como el bofetón que llegó después. Sabía que si le hubiera hecho esperar habría sido una verdadera lluvia de golpes y patadas lo que habría recibido. Cuando el padre estaba así, era mejor no hacerle enfadar. La madre lo sabía, y la mayor parte de las veces le contestaba para que la hija no recibiera ningún golpe. Pero ahora no había nadie que los parara. La madre murió dejando a la hija desprotegida y sola. Por eso tuvo que tomar la decisión. Salir, irse de casa y dejar al padre solo con su miserable vida. El padre se enteró e intentó evitarlo.
-¿Te vas, estúpida? -le preguntó.
-Sí -fue su contestación.
Y después de recibir el bofetón le dejó para siempre plantado en el recibidor de su casa.
-¿Te vas, estúpida? -le preguntó.
-Sí -fue su contestación.
Y después de recibir el bofetón le dejó para siempre plantado en el recibidor de su casa.
8.7.07
Páginas en blanco
Siempre está el temor a las páginas en blanco. Y llevaba muchos días delante de su cuaderno sin saber qué poner, sin escribir ni una sola letra.
El miedo había vuelto.
Un miedo enfermizo al fracaso que se apoderaba de él cada vez que debía empezar un nuevo relato.
Cuando empezó a escribir, hace ya... tanto tiempo, nunca se le pasó por la cabeza que llegaría a ser tan famoso. Su primer cuento fue un éxito rotundo y la vida empezó a sonreirle; el segundo fue mejor y ya no tuvo dudas. Seguiría escribiendo toda su vida.
Le animó a hacerlo su profesor de literatura del bachillerato. "Eres brillante"- le dijo. "Nunca he tenido un alumno como tú, que supiera expresarse por escrito como lo haces tú". Eso fue para él lo mejor que le había pasado en la vida.
Su triste pasado -era huérfano- de casa en casa, de rebeldía en rebeldía, se borró completamente hasta el punto de que tuvo que reinventarlo de nuevo.
Desde su primer cuento la gente le quiso, todos le admiraban. Sus antiguos compañeros, los que antes se alejaban de él, ahora eran "íntimos".
Pero un día apareció ella. Hermosa como ninguna, dulce, cariñosa y angelical. Desde ese momento todo cambió.
La literatura pasó a segundo plano. No era importante comparándola con sus ojos. La amó y la adoró como a una diosa.
Y entonces llegó el primer fracaso.
Pasaba tanto tiempo pendiente de adorarla que su tercer cuento no valía ni las hojas en que lo había escrito. "Bueno"-pensó-, "el siguiente será un éxito".
Ahora su tiempo estaba ocupado por ella. Tan fuerte era su sentimiento, que dejo los cuentos y escribió poemas.
Y el fracaso fue rotundo.
Sus amigos le abandonaron, nadie quería saber nada de un fracasado. Se arruinó. Pero lo peor fue cuando ella le dejó. Ya no era nada para ella. Él ya no brillaba, no era famoso, no le atraía. Su dulzura se convirtió en ira; el cariño en odio; el ángel, en demonio; su vida en un infierno. Se quedó solo.
Su fracaso le llevó al borde de la muerte. Pensó que el suicidio era la mejor solución.
Sin embargo, dentro de su cabeza rondaba una historia. Soñaba con ella día y noche. No podía dejar de pensar en ella. Era su historia. Y por eso decidió escribirla.
Preparó todo de nuevo: su mesa, su silla, su cuaderno de notas, su pluma descargada de tinta, el ordenador que ya se había quedado antiguo pero aún funcionaba. Se preparó como siempre lo había hecho: se sentó, cogió su cuaderno y la pluma que ya había cargado y se dispuso a escribir.
Pero siempre está el temor a las páginas en blanco y pasó muchos días delante de su cuaderno sin poder empezar, sin escribir ni una sola letra. Y tuvo miedo. Mucho miedo.
El miedo había vuelto.
Un miedo enfermizo al fracaso que se apoderaba de él cada vez que debía empezar un nuevo relato.
Cuando empezó a escribir, hace ya... tanto tiempo, nunca se le pasó por la cabeza que llegaría a ser tan famoso. Su primer cuento fue un éxito rotundo y la vida empezó a sonreirle; el segundo fue mejor y ya no tuvo dudas. Seguiría escribiendo toda su vida.
Le animó a hacerlo su profesor de literatura del bachillerato. "Eres brillante"- le dijo. "Nunca he tenido un alumno como tú, que supiera expresarse por escrito como lo haces tú". Eso fue para él lo mejor que le había pasado en la vida.
Su triste pasado -era huérfano- de casa en casa, de rebeldía en rebeldía, se borró completamente hasta el punto de que tuvo que reinventarlo de nuevo.
Desde su primer cuento la gente le quiso, todos le admiraban. Sus antiguos compañeros, los que antes se alejaban de él, ahora eran "íntimos".
Pero un día apareció ella. Hermosa como ninguna, dulce, cariñosa y angelical. Desde ese momento todo cambió.
La literatura pasó a segundo plano. No era importante comparándola con sus ojos. La amó y la adoró como a una diosa.
Y entonces llegó el primer fracaso.
Pasaba tanto tiempo pendiente de adorarla que su tercer cuento no valía ni las hojas en que lo había escrito. "Bueno"-pensó-, "el siguiente será un éxito".
Ahora su tiempo estaba ocupado por ella. Tan fuerte era su sentimiento, que dejo los cuentos y escribió poemas.
Y el fracaso fue rotundo.
Sus amigos le abandonaron, nadie quería saber nada de un fracasado. Se arruinó. Pero lo peor fue cuando ella le dejó. Ya no era nada para ella. Él ya no brillaba, no era famoso, no le atraía. Su dulzura se convirtió en ira; el cariño en odio; el ángel, en demonio; su vida en un infierno. Se quedó solo.
Su fracaso le llevó al borde de la muerte. Pensó que el suicidio era la mejor solución.
Sin embargo, dentro de su cabeza rondaba una historia. Soñaba con ella día y noche. No podía dejar de pensar en ella. Era su historia. Y por eso decidió escribirla.
Preparó todo de nuevo: su mesa, su silla, su cuaderno de notas, su pluma descargada de tinta, el ordenador que ya se había quedado antiguo pero aún funcionaba. Se preparó como siempre lo había hecho: se sentó, cogió su cuaderno y la pluma que ya había cargado y se dispuso a escribir.
Pero siempre está el temor a las páginas en blanco y pasó muchos días delante de su cuaderno sin poder empezar, sin escribir ni una sola letra. Y tuvo miedo. Mucho miedo.
4.7.07
Una ciudad
Mientras las luces alumbran la ciudad, la gente pasea tranquila por sus calles ajena a las “tragedias” individuales que viven otras personas en la misma población.
Suena una suave música de fondo que adormece los sentidos cada vez que se abren las puertas de un viejo bar de barrio. Acompaña a esa música un murmullo de voces broncas y cascadas por el alcohol y el tabaco. Voces que se asemejan a sus deseos por sobrevivir en un lugar ajeno a su nacimiento.
En el autobús todas las caras son una sola. La tristeza, el cansancio son evidentes en los ojos enrojecidos y ojerosos de esa persona que ha trabajado duramente todo el día para ganar un miserable sueldo con el que mantener a su familia. Porque él es un vago que no merece su esfuerzo. Si no fuera por el crío.
Al conductor del taxi le quedan apenas dos horas para terminar su turno. Compró a medias el vehículo con un amigo que comparte las tareas de conducción. Se reparten las ganancias al cincuenta por ciento. “¿Por qué será que hago más carreras?” suele pensar el conductor. También piensa que sale perdiendo él.
“Adivinamos su futuro. Garantía total. Discreción”. En los anuncios clasificados todos los días aparece éste acompañado de un número de teléfono que se pasa todo el día comunicando. La gente pretende saber si podrá salir del agujero. Mientras tanto las “brujas” hacen su agosto sin tener la más mínima idea de una “ciencia” de la que ofrecen garantía total. ¿De qué?
Nada nuevo hay en el buzón de casa. Todo son facturas y propaganda de grandes centros comerciales con ofertas de productos de consumo. Unos son de primera necesidad: vino, ropa, bicicletas; otros no son tan necesarios: pan, leche, azúcar...
Los institutos nocturnos han abierto sus aulas frías y poco iluminadas. El profesor entra y empieza a dar la clase. Aburridos, los alumnos escuchan, o no, la monótona voz de un ser anodino que año tras año repite la misma “canción”.
No. La ciudad no cambia, aunque así nos lo vendan los políticos y demás animales del Parlamento. No puede cambiar porque sus habitantes ya no tienen ilusión por salir adelante. Se sienten engañados y por eso engañan a los demás. Renace la picardía y los pícaros con ella. Sólo queda esperar. Esperar la redención de un “Mesías” que les saque del aburrimiento. Pero... ¿cuándo?.
Suena una suave música de fondo que adormece los sentidos cada vez que se abren las puertas de un viejo bar de barrio. Acompaña a esa música un murmullo de voces broncas y cascadas por el alcohol y el tabaco. Voces que se asemejan a sus deseos por sobrevivir en un lugar ajeno a su nacimiento.
En el autobús todas las caras son una sola. La tristeza, el cansancio son evidentes en los ojos enrojecidos y ojerosos de esa persona que ha trabajado duramente todo el día para ganar un miserable sueldo con el que mantener a su familia. Porque él es un vago que no merece su esfuerzo. Si no fuera por el crío.
Al conductor del taxi le quedan apenas dos horas para terminar su turno. Compró a medias el vehículo con un amigo que comparte las tareas de conducción. Se reparten las ganancias al cincuenta por ciento. “¿Por qué será que hago más carreras?” suele pensar el conductor. También piensa que sale perdiendo él.
“Adivinamos su futuro. Garantía total. Discreción”. En los anuncios clasificados todos los días aparece éste acompañado de un número de teléfono que se pasa todo el día comunicando. La gente pretende saber si podrá salir del agujero. Mientras tanto las “brujas” hacen su agosto sin tener la más mínima idea de una “ciencia” de la que ofrecen garantía total. ¿De qué?
Nada nuevo hay en el buzón de casa. Todo son facturas y propaganda de grandes centros comerciales con ofertas de productos de consumo. Unos son de primera necesidad: vino, ropa, bicicletas; otros no son tan necesarios: pan, leche, azúcar...
Los institutos nocturnos han abierto sus aulas frías y poco iluminadas. El profesor entra y empieza a dar la clase. Aburridos, los alumnos escuchan, o no, la monótona voz de un ser anodino que año tras año repite la misma “canción”.
No. La ciudad no cambia, aunque así nos lo vendan los políticos y demás animales del Parlamento. No puede cambiar porque sus habitantes ya no tienen ilusión por salir adelante. Se sienten engañados y por eso engañan a los demás. Renace la picardía y los pícaros con ella. Sólo queda esperar. Esperar la redención de un “Mesías” que les saque del aburrimiento. Pero... ¿cuándo?.
14.6.07
Un paseo muy extraño
Paseábamos por el bosque una mañana de otoño, la temperatura era agradable y las hojas de los árboles goteaban por el rocío de la madrugada. Buscábamos setas para asar junto con la carne y nos separamos unos metros para realizar la búsqueda mejor. A pocos centímetros de mí hallé un grupo de setas muy grandes y hermosas. Como no sabía si eran comestibles o no, llamé a mis amigos para que me ayudasen y cuál sería mi sorpresa cuando me vi rodeada por unos seres extraños y diminutos, que, después de pasado mi asombro, identifiqué como duendes del bosque.
Ni que decir tiene que no acababa de creer lo que veía ante mí, así que llamé a mis amigos, pero no me contestaron. Tras unos momentos de desconcierto por mi parte, me hablaron y su voz tan dulce me dijo que se podía confiar en ellos. Así que nos hicimos amigos y me invitaron a visitar su ciudad. Pero existía un gran problema: mi estatura. Yo medía 140 centímetros más que ellos. Rápidamente solucionaron el problema. Me dieron a beber una mezcla de delicioso sabor -desconozco los ingredientes-, que redujo el tamaño de mi cuerpo y, de esta manera, visité el maravilloso pueblo de los duendes.
Pude comprobar con mis propios ojos que lo que se dice en los cuentos sobre ellos es cierto. Las setas son sus casas y ellos son muy trabajadores, honrados, amables y tremendamente alegres. Se pasan el día cantando, sólo dejan de hacerlo cuando duermen. La música les proporciona la energía para vivir. Me comentaron que, sin la música, su raza se extinguiría. Me enseñaron muchas canciones y, desde luego, me hicieron sentir como uno de ellos.
Pero ocurrió que pasó el efecto del brebaje y poco a poco regresé al mundo de la realidad. Mis amigos estaban rodeándome y, preocupados, me llamaban intentando hacerme reaccionar. Un terrible dolor de cabeza me hizo despertar del todo. “Ya vuelve en sí”, -oí decir en un eco.
Me había golpeado la cabeza con una rama –un chichón enorme dejó constancia de ello-, y perdí el conocimiento. Todo había sido un sueño. Pero desde entonces viene a mi memoria un montón de canciones desconocidas que siempre me alegran el corazón cuando estoy decaída.
Ni que decir tiene que no acababa de creer lo que veía ante mí, así que llamé a mis amigos, pero no me contestaron. Tras unos momentos de desconcierto por mi parte, me hablaron y su voz tan dulce me dijo que se podía confiar en ellos. Así que nos hicimos amigos y me invitaron a visitar su ciudad. Pero existía un gran problema: mi estatura. Yo medía 140 centímetros más que ellos. Rápidamente solucionaron el problema. Me dieron a beber una mezcla de delicioso sabor -desconozco los ingredientes-, que redujo el tamaño de mi cuerpo y, de esta manera, visité el maravilloso pueblo de los duendes.
Pude comprobar con mis propios ojos que lo que se dice en los cuentos sobre ellos es cierto. Las setas son sus casas y ellos son muy trabajadores, honrados, amables y tremendamente alegres. Se pasan el día cantando, sólo dejan de hacerlo cuando duermen. La música les proporciona la energía para vivir. Me comentaron que, sin la música, su raza se extinguiría. Me enseñaron muchas canciones y, desde luego, me hicieron sentir como uno de ellos.
Pero ocurrió que pasó el efecto del brebaje y poco a poco regresé al mundo de la realidad. Mis amigos estaban rodeándome y, preocupados, me llamaban intentando hacerme reaccionar. Un terrible dolor de cabeza me hizo despertar del todo. “Ya vuelve en sí”, -oí decir en un eco.
Me había golpeado la cabeza con una rama –un chichón enorme dejó constancia de ello-, y perdí el conocimiento. Todo había sido un sueño. Pero desde entonces viene a mi memoria un montón de canciones desconocidas que siempre me alegran el corazón cuando estoy decaída.
La estación I
Vivía muy cerca de la estación del tren de su pueblo. Siempre veía desde la ventana de su cuarto pasar las máquinas reduciendo su velocidad hasta pararse totalmente ante el andén. Veía a los pasajeros subir y bajar, al jefe de la estación dar la orden de salida y al tren partir y acelerar hasta perderse tras una pronunciada curva.
Algún día ella también se irá en un tren como ese; cuando pueda levantarse de la cama y caminar hasta la estación.
Sí, algún día ella también lo hará...
Algún día ella también se irá en un tren como ese; cuando pueda levantarse de la cama y caminar hasta la estación.
Sí, algún día ella también lo hará...
29.5.07
4.3.07
La Catedral del Mar
Hace unos meses estuve en Barcelona, gran ciudad para algunos, ciudad a secas para otros. Pero lo que sí es evidente que allí hay lugares de una belleza extraordinaria. Me refiero a un lugar donde se respira la humildad, el trabajo, el esfuerzo, el amor y la esperanza. Una iglesia gótica, en la que los hombres humildes trabajaron codo con codo, alma con alma, y donde pusieron todas sus esperanzas porque era "SU IGLESIA".
La iglesia de la que hablo es Santa María del Mar. La "Catedral del Mar".
El hombre que la proyectó y los que trabajaron en ella no lo hicieron por dinero, sino por amor a una virgen a la que veneraban. Todos aquellos que estaban relacionados con el mar y con algunas de sus profesiones, participaron con lo que tenían y construyeron una de las iglesias más hermosas que he conocido.
La descubrí leyendo un libro con el mismo título que me habían prestado. Desde la primera página me cautivó. Su autor, Ildefonso Falcones de Sierra, escribió una gran obra que, de una manera muy sencilla, relataba la vida de dos generaciones de "bastaix", palabra catalana que significa "mozo de cuerda" o "cargador". De esta familia el protagonista es Arnau y a través de él se cuenta la historia de la construcción de esta iglesia y a la vez de un periodo de la historia de la Barcelona medieval.
Después de leer el libro no tenía otra ilusión que cuando fuese a Barcelona debía localizar el sitio y visitar la iglesia por dentro y por fuera. Y así lo hice.
La he visitado dos veces. La primera había una boda y sólo pude entrar un momento. Pero la segunda vez pude visitarla y respirar su historia, imaginándome a los personajes del libro, identificándome con la espiritualidad que emanaban sus columnas y cristaleras. Pensando que el esfuerzo de todos los que participaron en levantarla tuvo una extraordinaria recompensa.
Pero sobre todo me hizo pensar en el esfuerzo. Me hizo pensar en que trabajar por lo que quieres conseguir nunca es perder el tiempo. Que puedes tener malos momentos, obstáculos que se te hacen muy difíciles de pasar y gente que te puede dar la espalda y hacerte daño, y que eres capaz de seguir adelante, porque siempre encuentras un lugar y una gente que te dejan huella y te ayudan a seguir.
La iglesia de la que hablo es Santa María del Mar. La "Catedral del Mar".
El hombre que la proyectó y los que trabajaron en ella no lo hicieron por dinero, sino por amor a una virgen a la que veneraban. Todos aquellos que estaban relacionados con el mar y con algunas de sus profesiones, participaron con lo que tenían y construyeron una de las iglesias más hermosas que he conocido.
La descubrí leyendo un libro con el mismo título que me habían prestado. Desde la primera página me cautivó. Su autor, Ildefonso Falcones de Sierra, escribió una gran obra que, de una manera muy sencilla, relataba la vida de dos generaciones de "bastaix", palabra catalana que significa "mozo de cuerda" o "cargador". De esta familia el protagonista es Arnau y a través de él se cuenta la historia de la construcción de esta iglesia y a la vez de un periodo de la historia de la Barcelona medieval.
Después de leer el libro no tenía otra ilusión que cuando fuese a Barcelona debía localizar el sitio y visitar la iglesia por dentro y por fuera. Y así lo hice.
La he visitado dos veces. La primera había una boda y sólo pude entrar un momento. Pero la segunda vez pude visitarla y respirar su historia, imaginándome a los personajes del libro, identificándome con la espiritualidad que emanaban sus columnas y cristaleras. Pensando que el esfuerzo de todos los que participaron en levantarla tuvo una extraordinaria recompensa.
Pero sobre todo me hizo pensar en el esfuerzo. Me hizo pensar en que trabajar por lo que quieres conseguir nunca es perder el tiempo. Que puedes tener malos momentos, obstáculos que se te hacen muy difíciles de pasar y gente que te puede dar la espalda y hacerte daño, y que eres capaz de seguir adelante, porque siempre encuentras un lugar y una gente que te dejan huella y te ayudan a seguir.
Y de ese modo me hice un poco más fuerte. Y decidí olvidar todos los malos momentos de mi vida -algunos aún muy recientes- y mirar hacia adelante.
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