Era un día especial. Sí, especialmente especial. Porque la niña que soñaba con el tren, por fin iba a subir a uno.
Años y años mirando por la ventana de su habitación como otros subían a los trenes que se paraban en la estación. Años y años con la mirada perdida soñando con subirse al tren.
Salir. Huir. Escapar. Liberarse.
Mirar por la ventana era su forma de liberarse, porque no se podía mover, no podía salir. Mirar le permitía soñar con una vida que no tenía ni podía tener.
Pero el día llegó. Libre por fin, pudo subirse al tren. Al tren del otro lado. A ese que nunca regresa. Se subiría y se iría para siempre.
24.12.07
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