Volviendo a las andadas de mis miedos internos, voy llorando por los pasillos de mi casa, y de la vida, intentando sobrellevar la tristeza que me embarga.
Escribo porque me desahogo; me desahogo porque en mi cabeza dan vueltas ideas extrañas de pesimismo.
Soy intolerante conmigo misma y busco algo que no puedo alcanzar: ser perfecta. Y cuando descubro que no soy capaz de reconducir mi vida hacia donde quiero llegar, vuelvo a mis miedos e inseguridades.
Pero así como las nubes grises descargan su lluvia y después sale el sol, algo surge de la nada: el arcoiris de una sonrisa amable y un cálido abrazo que me llena de energía y paz.
Entonces se secan los ojos y la esperanza renace de nuevo en mí para seguir viviendo.