6.4.09

POEMA SURREALISTA

Me veo rodeada de escoria
en un lugar
donde no se puede
salir ileso,
pues toda la culpa de eso
la tiene el anillo dorado
que llevo en mi dedo pequeño.

Por mi garganta
pasa un gusto ácido
en el momento
que escribo ausente,
desde la cala
donde viví,
con todos los esquemas rotos,
y creé un escudo blanco
ante el amor
que surgió en Atenas.

NOSTALGIA

Oigo soplar al viento
y con él mi pensamiento
vuela hacia ti.

Recuerdo los días pasados
y de ti me mata la nostalgia.

Puedo verte en mi imaginación,
lejano y sonriente
y aunque mi mano te tiendo
nunca alcanzarte puedo.

Mis ojos de lágrimas se llenan
por el recuerdo de la felicidad
pasada, pero no perdida,
pues dentro está guardada.

UN FIN DE SEMANA AGRADABLE

Los días 27 y 28 de diciembre de 2008 estuve en la colonia de Sant Pere con un grupo de ocio llamado Anem al que pertenece mi amiga Margarita. Fue un fin de semana en un albergue, hizo mucho frío y llovió. La finalidad de este fin de semana era desconectar y pasear para poder empezar el año con energía y ganas. Funcionó. Llegamos el sábado por la tarde y nada más llegar dejamos los trastos y nos fuimos de paseo con la furgoneta de Anem a visitar los lugares donde al día siguiente iba a ver una excursión con los peques. Saqué un par de fotos anocheciendo. Muy bonito el sitio.
Luego, al regresar al albergue, decidimos ir a dar un paseo por el pueblo. Ya era de noche y hacía frío. Las olas chocaban contra las barcas y las rocas y parecía una batalla naval por el ruido que hacían al chocar. Como siempre mi imaginación empezó a volar y me trasladé de repente a una isla pirata del Pacífico en la que sus habitantes luchaban contra los barcos del rey español que quería hacerse con el control de los mares…
De regreso al puerto, después del paseo al lado del mar, fuimos por el pueblo. Silencio y oscuridad reinaban por sus calles. A pesar de las fiestas navideñas, las luces estaban apagadas, supongo que para ahorrar energía ya que no eran días de fiesta, así que hicimos el recorrido a oscuras, con el ruido sordo de las olas embravecidas golpeando la roca.
Llegamos al albergue después de un paseo agradable y cenamos. Después hicimos un poco de reposo de la cena e hicimos los juegos de campamento, más que nada para entrar en calor. Yo me fui a dormir pues mi cabeza empezaba a dar la lata y el cansancio estaba haciendo mella en mí. Así que ¡hasta el día siguiente! Sólo recuerdo el frío y el ruido de la lluvia al caer. Me quedé dormida.
A la mañana siguiente todo el exterior estaba mojado pues había llovido casi toda la noche. Aún así decidimos irnos con los peques de excursión por la playa y jugar un poco. Paseamos cerca del mar, por la costa, que seguía embravecido. “La batalla continúa”, pensé, y los barcos seguían luchando contra las olas y entre sí…, en mi imaginación.
Como hacía frío y amenazaba con llover otra vez, decidimos regresar. Entonces algunos nos fuimos a tomar un café, mientras los monitores regresaban con los niños al albergue. En ese momento llegaron Julio y Josefina, que minutos antes nos habían gastado una broma, diciendo que habían decidido no venir (era el día de los inocentes, claro), al principio dudé, pero luego lo pensé y me dije que había sido una tonta, que era una de las “bromitas” de Julio. Y así fue. Habíamos quedado para comer y pasar el domingo juntos. Comimos, paseamos y nos llegamos hasta el albergue para enseñárselo. Se fueron, y nosotras nos quedamos esperando la cena y la velada. Esa noche era una de terror.
Como era pronto salimos con el coche y nos fuimos hasta Artá, donde tomamos un café, y otros, como yo, un té, y paseamos un poco para despejarnos. Se hizo de noche muy pronto y regresamos para cenar. Después de la cena, nos fuimos a la sala común y estuvimos jugando y cantando hasta que nos avisaron de que la pista de terror estaba lista. Hicimos los grupos y el mío fue el primero. Tuvimos que buscar sombreros entre los árboles mientras un “fantasma” nos acechaba; pasarnos por las mangas cuerdas y cruzar por un montón de piedras con los ojos cerrados un pequeño torrente; cantar con palabras extrañas un canto para devolver a un “espíritu” la tranquilidad. Fue muy divertido y los chicos lo pasaron en grande. Los organizadores lo hicieron muy, muy bien.
Nos fuimos a la cama cansados y un poco excitados por el juego, sobre todo los peques a los que les costó conciliar el sueño.
Al día siguiente nos íbamos y madrugamos pues queríamos estar Marga y yo pronto en Palma, así que nos fuimos casi sin despedirnos y desayunamos, muy bien por cierto, en Santa Margarita. Cuando llegamos a Palma, nos reunimos con nuestra realidad cotidiana. Pero yo estaba contenta y relajada por haber pasado un fin de semana agradable.