15.12.09

Poemas de Javier

Javier es un alumno mío del colegio donde trabajo y ha escrito estos dos poemas que como me gustan mucho los publico aquí.
Va por ti, guapo.

Tu mirada profunda en el pensamiento,
tras haber leído verso tras verso,
tus pupilas oscuras mar adentro
sin ritmo ni entonación. Solo eco.
.
Tus labios secos tras haber leído un verso,
tus ojos cansados al leer sin parar,
tu mente al pensar se suelta de un peso
que tras toneladas de letras me consigo tranquilizar.
.
Al entrar en aquella guarida
te vi al fondo reflejada en un charco,
cuando llegué a recogerte, querida,
me percaté de que no estabas, pero oí tu llanto.
.
Náufrago mar adentro
impulsado por la marea,
impulsándome al aliento
y solo pienso en ella, Nerea.
.
.
Y aquí está el segundo:
.
EL CRISTO EL ABANDONADO.
.
Todos nos levantamos
al tercer golpe de campana,
unidos como hermanos
hasta que vemos el alba.
.
Crujen los costales
al levantar al Cristo,
nos esperan los cofrades
con sus temblorosos cirios.
.
Somos de la cofradía
que venera su crucifixión,
con eterna agonía
y dolorosa pasión.
.
Todos somos uno
honrando a la cofradía,
con el corazón en el puño
con gran armonía.
.
Bien, ya están escritos aquí. Espero que os gusten. A mí me parece que están muy bien.

4.7.09

MIMOSO

Mi abuela, hace muchos años, siendo yo muy niña, me contó la historia de un osito de peluche llamado Mimoso.
El osito estaba en el escaparate en una tienda de juguetes dos calles más abajo de donde vivía mi abuela. Ella, junto a su madre, se paraba ante el escaparate para ver a Mimoso, pues era un hermoso muñeco de peluche blanco y suave, con unos inmensos ojos negros y siempre estaba con los brazos abiertos esperando a que lo cogieras, le dieras un “achuchón” y notaras entre tus brazos lo blandito y suave que era.
Todas las niñas del pueblo suspiraban por tener a Mimoso, pero sólo lo podía comprar el más rico del pueblo, Don Severo, y no lo hacía porque no tenía niñas, sólo un hijo caprichoso al que únicamente le gustaba todo lo relacionado con los soldados y las batallas.
Mis bisabuelos, los padres de mi abuela, trabajaban en el campo y dejaban sola a la abuela al cuidado de sus hermanos pequeños ya que era la mayor. Por eso sólo podía ir a ver a Mimoso al atardecer, cuando sus padres regresaban a casa y la tienda ya estaba cerrada, siempre acompañada por su madre.
Pero un atardecer, cuando, como siempre, fue a ver a Mimoso y soñar que lo tenía en sus brazos, se encontró con que su lugar estaba ocupado por una pequeña casa de muñecas. Los ojos de la abuela se llenaron de lágrimas y su corazón se llenó de desilusión, “ya no volveré a verlo”, pensó, y siguió llorando todo el camino a casa por mucho que su madre intentara consolarla.
Al llegar a casa, la madre le contó al padre toda la historia, e intentó hacerla razonar diciéndole que no era más que un muñeco y que ella ya no tenía edad para jugar con ellos. Debía portarse como una persona mayor y dedicarse a cuidar a sus hermanos, con los que podía jugar si quería. Pero siguió llorando porque las palabras de su padre, en lugar de consolarla, la entristecieron aún más.
La abuela no cenó a causa de la tristeza y se fue a dormir. Estuvo toda la noche soñando con Mimoso y con una fiebre muy alta. Tan triste estaba que enfermó.
Su madre muy preocupada por la reacción de la niña, se pasó toda la noche sin dormir sentada al lado de la cama de su hija y fue entonces cuando se le ocurrió la idea. Cogió su vestido de novia que guardaba para cuando su hija se casase. Lo cortó dándole forma de oso, lo cosió y lo rellenó de algodón, para que fuera blandito. Le pintó una boquita de color rojo, también un hociquito muy gracioso y le puso un lacito del mismo color alrededor del cuello. En el lugar de pintarle los ojos, le cosió un par de botones negros de su abrigo. Ya le pondría otros de otro color.
Cuando lo tuvo listo lo dejó en la almohada junto a la cabeza de la niña para que lo viera al despertarse. Entonces la abuela abrió los ojos, y lo vio. ¡No podía creerlo! ¡Era Mimoso! Tan emocionada estaba que ni se dio cuenta de que no era de peluche, ni más pequeño ni nada de nada. Sólo vio que era su osito y lo “achuchó”. Ya nunca se iba a separar de él. Sólo lo hizo cuando me lo regaló.
Ahora, después de los años, sigo adorando a ese viejo muñeco de tela, que me recuerda lo mucho que quise a mi abuela.

6.4.09

POEMA SURREALISTA

Me veo rodeada de escoria
en un lugar
donde no se puede
salir ileso,
pues toda la culpa de eso
la tiene el anillo dorado
que llevo en mi dedo pequeño.

Por mi garganta
pasa un gusto ácido
en el momento
que escribo ausente,
desde la cala
donde viví,
con todos los esquemas rotos,
y creé un escudo blanco
ante el amor
que surgió en Atenas.

NOSTALGIA

Oigo soplar al viento
y con él mi pensamiento
vuela hacia ti.

Recuerdo los días pasados
y de ti me mata la nostalgia.

Puedo verte en mi imaginación,
lejano y sonriente
y aunque mi mano te tiendo
nunca alcanzarte puedo.

Mis ojos de lágrimas se llenan
por el recuerdo de la felicidad
pasada, pero no perdida,
pues dentro está guardada.

UN FIN DE SEMANA AGRADABLE

Los días 27 y 28 de diciembre de 2008 estuve en la colonia de Sant Pere con un grupo de ocio llamado Anem al que pertenece mi amiga Margarita. Fue un fin de semana en un albergue, hizo mucho frío y llovió. La finalidad de este fin de semana era desconectar y pasear para poder empezar el año con energía y ganas. Funcionó. Llegamos el sábado por la tarde y nada más llegar dejamos los trastos y nos fuimos de paseo con la furgoneta de Anem a visitar los lugares donde al día siguiente iba a ver una excursión con los peques. Saqué un par de fotos anocheciendo. Muy bonito el sitio.
Luego, al regresar al albergue, decidimos ir a dar un paseo por el pueblo. Ya era de noche y hacía frío. Las olas chocaban contra las barcas y las rocas y parecía una batalla naval por el ruido que hacían al chocar. Como siempre mi imaginación empezó a volar y me trasladé de repente a una isla pirata del Pacífico en la que sus habitantes luchaban contra los barcos del rey español que quería hacerse con el control de los mares…
De regreso al puerto, después del paseo al lado del mar, fuimos por el pueblo. Silencio y oscuridad reinaban por sus calles. A pesar de las fiestas navideñas, las luces estaban apagadas, supongo que para ahorrar energía ya que no eran días de fiesta, así que hicimos el recorrido a oscuras, con el ruido sordo de las olas embravecidas golpeando la roca.
Llegamos al albergue después de un paseo agradable y cenamos. Después hicimos un poco de reposo de la cena e hicimos los juegos de campamento, más que nada para entrar en calor. Yo me fui a dormir pues mi cabeza empezaba a dar la lata y el cansancio estaba haciendo mella en mí. Así que ¡hasta el día siguiente! Sólo recuerdo el frío y el ruido de la lluvia al caer. Me quedé dormida.
A la mañana siguiente todo el exterior estaba mojado pues había llovido casi toda la noche. Aún así decidimos irnos con los peques de excursión por la playa y jugar un poco. Paseamos cerca del mar, por la costa, que seguía embravecido. “La batalla continúa”, pensé, y los barcos seguían luchando contra las olas y entre sí…, en mi imaginación.
Como hacía frío y amenazaba con llover otra vez, decidimos regresar. Entonces algunos nos fuimos a tomar un café, mientras los monitores regresaban con los niños al albergue. En ese momento llegaron Julio y Josefina, que minutos antes nos habían gastado una broma, diciendo que habían decidido no venir (era el día de los inocentes, claro), al principio dudé, pero luego lo pensé y me dije que había sido una tonta, que era una de las “bromitas” de Julio. Y así fue. Habíamos quedado para comer y pasar el domingo juntos. Comimos, paseamos y nos llegamos hasta el albergue para enseñárselo. Se fueron, y nosotras nos quedamos esperando la cena y la velada. Esa noche era una de terror.
Como era pronto salimos con el coche y nos fuimos hasta Artá, donde tomamos un café, y otros, como yo, un té, y paseamos un poco para despejarnos. Se hizo de noche muy pronto y regresamos para cenar. Después de la cena, nos fuimos a la sala común y estuvimos jugando y cantando hasta que nos avisaron de que la pista de terror estaba lista. Hicimos los grupos y el mío fue el primero. Tuvimos que buscar sombreros entre los árboles mientras un “fantasma” nos acechaba; pasarnos por las mangas cuerdas y cruzar por un montón de piedras con los ojos cerrados un pequeño torrente; cantar con palabras extrañas un canto para devolver a un “espíritu” la tranquilidad. Fue muy divertido y los chicos lo pasaron en grande. Los organizadores lo hicieron muy, muy bien.
Nos fuimos a la cama cansados y un poco excitados por el juego, sobre todo los peques a los que les costó conciliar el sueño.
Al día siguiente nos íbamos y madrugamos pues queríamos estar Marga y yo pronto en Palma, así que nos fuimos casi sin despedirnos y desayunamos, muy bien por cierto, en Santa Margarita. Cuando llegamos a Palma, nos reunimos con nuestra realidad cotidiana. Pero yo estaba contenta y relajada por haber pasado un fin de semana agradable.

21.3.09

Poema Infantil

Duerme mi niño,
duerme en mi regazo,
descansa tranquilo
en el seno de mi abrazo.

No llores que una nana
en mis labios ya suena,
y cuando llegue la mañana
te deja una sonrisa plena.