La madurez que ha llegado
y reinventado mi vida
en un seco bosque
con hojas de terciopelo
que abrigan todas ellas
mis ganas de soledad,
conduce mis deseos
a la marina cueva
donde ya no existe
la luz de los sueños.
La noche ha traído viajera
unas gotas de rocío
a mis arrugadas manos,
y temblorosas caen
a través de mis dedos
blancos,
y mojan una a una
la pulida piedra de una
losa
donde duermen para siempre
mi infancia y juventud.